Paraíso de delicias
el eterno Dios creó,
donde el hombre colocó;
y de placer y delicias
sin medida le colmó.
Su desastrosa caída
buscó el hombre con urgencia,
no pensando que perdida
dejaba a su descendencia,
desterrada de la vida.
Se compadeció el Señor;
¿qué otra cosa pudo ser
siendo Dios Padre de amor?
Y para ello a una Mujer
escogió con gran primor.
Por ello oyóse al Eterno
estas frases pronunciar:
‘Confúndase el fiero averno;
la soberbia del infierno
María sabrá humillar’.
Antes de sonar la hora
de la inmensa creación,
y antes de nacer la aurora,
ya te saludo, Señora,
en tu pura Concepción.
Prevista y predestinada
fue tu Concepción, María,
porque así la malhadada
raza de Adán desgraciada
hallara en ti su alegría.
La promesa se cumplió,
porque era de Dios promesa;
vuestra Madre concibió,
pero en su Hija no encontró
Satanás donde hacer presa.
Él se marchó descontento,
como era natural;
y el mundo en aquel momento
vio a María, ¡qué portento!
sin pecado original.
Por esta misma razón
la Iglesia amaba y creía
vuestra pura Concepción;
y la llenó de alegría
la ansiada definición.
Por ello con gran fervor
todo el mundo ha abrazado
al templo que han formado
la gratitud y el amor
a María sin pecado.
También por ello mi anhelo
protesta que en muerte y vida
no buscará más consuelo
que el de la Reina del cielo
sin pecado concebida.
Foto realizada por Esther Alambra Romero |